Cataluña destina un millón de euros para proyectos de salud mental e impacto social

La primera línea, denominada BENESTAR, busca financiar iniciativas que aborden los retos en salud mental y bienestar emocional dentro de las universidades y el sistema de investigación catalán. Además, las propuestas deberán involucrar a entidades de la sociedad civil, administraciones locales u otros organismos públicos del territorio. Por otro lado, la convocatoria IMPACTE se centra en impulsar el impacto social del conocimiento generado por universidades y centros de investigación. Los proyectos deberán alinearse con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 y responder a los desafíos globales desde un enfoque local. A todas las compañeras que forman parte del grupo de mujeres de Radio Nikosia. A Martín Correa-Urquiza, Fabiana Rossarola, Jon Barrena, Paula García y el maravilloso colectivo nikosiano.

  • De manera más concreta, las vacantes crecen de 58 a 61 en el campo de la salud mental, de 11 a 15 en Trabajo, de 171 a 173 en Familia, de 37 a 38 en Geriatría, de 71 a 74 las matronas, y de 42 a 47 en Pediatría.
  • A Andrés Peralta por los comentarios realizados a las primeras versiones de este artículo.
  • Sin embargo, la idea de salud mental comunitaria va más allá de la apropiación de espacios y del trabajo «enredado» entre servicios, equipamientos y entidades de la comunidad.
  • SJR es una prestigiosa métrica basada en la idea de que todas las citaciones no son iguales.

Redacción

Muchos planes de salud mental recogen como principio básico la participación de las personas diagnosticadas tanto en los espacios sociales de decisión como en la vida cotidiana4,5. Sin embargo, desde los movimientos que luchan por estos derechos se denuncia que esta participación resulta poco efectiva, más simbólica que generadora de autonomía2,5. Además, muchas de las estrategias efectivas de participación comunitaria no han surgido desde estos planes, sino desde los movimientos sociales de base que se han apropiado de los espacios de representación.

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Sería estar en disposición de sostener algo de lo que ocurre, con porosidad ante las propuestas, disponiendo la propia subjetividad desde un cierto «no saber» que no acaba de negar lo que sabe, pero que deja sitio al saber de otros. La función de coordinación escucha, traduce, teje, acompaña, si es necesario ayuda a elaborar y discernir, a recuperar la tarea si hay mucha evasión, y a veces colabora recuperando vitalidad, memoria, silencio. En ocasiones, la sutil intervención «da la impresión de ser un fracaso…

Estos espacios comunitarios son necesarios para garantizar que las personas, y en especial las mujeres, con diagnóstico de trastorno mental puedan ejercer sus derechos y su autonomía fundamentales. Deben organizarse propuestas desde el interés de las propias participantes, en espacios abiertos y flexibles de ciudadanía donde el diagnóstico no condicione los lazos comunitarios, con funciones profesionales que acompañen, sostengan y faciliten sin invadir ni imponer. Queda el reto de promocionar estas prácticas visibilizándolas para conocer sus efectos, no solo en sus participantes, sino también en la propia comunidad. Las reformas de desinstitucionalización psiquiátrica derribaron los muros de los hospitales psiquiátricos, pero en algunos casos no lograron proporcionar alternativas que garantizaran una vida digna para las personas con un diagnóstico de trastorno mental grave.

Cataluña destina un millón de euros para proyectos de salud mental e impacto social

Pero ese fracaso es la firma del nacimiento de una alteridad allí donde no la hay»28. La reforma psiquiátrica en España se materializó en la Ley General de Sanidad de 1986, asumiendo las tendencias internacionales que abogaban por una democratización y humanización del tratamiento dado a las personas denominadas «enfermas mentales». Así, a partir de dicha ley se crearon centros de salud mental ambulatorios, unidades de hospitalización parcial y de rehabilitación psiquiátrica, y alternativas residenciales a la larga estancia en hospitales psiquiátricos.

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Sin embargo, no siempre estas formas de participación más complejas generan el efecto deseado, ya que tienen que darse las condiciones necesarias para asegurar su éxito22. Así, aceptar un modelo de participación directa y trabajo comunitario implica crear y compartir conocimiento de manera colectiva, horizontal y consensuada, facilitando la implicación de las personas y respetando el derecho, incluso, a no participar. Implica también romper con el estigma que considera que la persona «enferma mental» es pasiva, infantil y desconocedora de su realidad, visión que legitima situaciones de exclusión social, vulneración de derechos y sometimiento a la autoridad psiquiátrica/profesional. Implica generar espacios, lenguajes y nuevas formas de intervención en los que las personas se sientan seguras. Se trata de promover procesos emancipadores donde el papel de los/las profesionales no sea el de meros proveedores de servicios, sino el de facilitadores de cambios y transformaciones.

El objetivo de este artículo es realizar una reflexión crítica sobre la participación de las personas con un diagnóstico de trastorno mental en la comunidad desde una perspectiva de derechos y de construcción comunitaria de espacios colectivos. En la primera parte se realiza una revisión sobre conceptos básicos como salud mental comunitaria y el significado de participación, entendida como un fin y no como un medio. En la segunda parte se presenta, como ejemplo, el grupo de mujeres de Radio Nikosia, narrado en primera persona por las propias participantes. Los aspectos destacados del grupo son su horizontalidad, flexibilidad y autoorganización en un espacio fuera del sistema sanitario donde es posible expresarse sin miedo a ser juzgadas.

Radio Nikosia se organiza en 2003 como un colectivo reunido por iniciativa de un grupo de personas diagnosticadas y de un antropólogo y comunicador argentino. En 2008 se constituye como asociación sociocultural y como club social para personas con sufrimiento mental. Desde sus inicios, la propuesta nikosiana fue creciendo de manera rizomática25, es decir, de forma no jerárquica, sin rumbo fijo, trabajando en proyectos de sensibilización, talleres, comunicación, acompañamiento, formaciones, etc. Los ejes transversales son la politización colectiva y la producción de otros discursos sobre el sufrimiento. En la asamblea semanal se recibe a nuevas personas, otras se despiden, se organizan los contenidos de cada programa, se reflexiona colectivamente sobre la vida, la eutanasia, lo visible y lo invisible, los vecinos, etc.26.

El foco del hospital ha pasado al centro de salud mental, pero este sigue operando como un servicio especialista y poco integrado en la comunidad5,7. La coordinación con atención primaria es mejorable y urgen más medidas intersectoriales 8 e interseccionales9 que tengan en cuenta los diferentes ejes de desigualdad, principalmente de género, clase y raza. Comunidad Valenciana, comunidad que entra en el top de territorios españoles con mayor oferta sanitaria, también crece. Aun así, destaca por la reducción de vacantes para la especialidad de Enfermería psicólogos para exclusión social Catalunya Obstétrico-Ginecológica, pues ha pasado de contar con 71 a 56. Más allá de las cuatro comunidades autónomas con mayor volumen de profesionales y oferta del país, otros territorios con ‘curiosidades’ en su propuesta para el EIR 2025.

Los retos son visibilizarlas, sistematizarlas y poder valorar el impacto que tienen en la salud de las personas y la comunidad. En este cambio de modelo resultan básicas la participación y la implicación de las personas diagnosticadas como agentes del proceso. Según Arnstein18,19, este tipo de participación sería simbólica, entendida como consultas a formar parte de comités, pero solo de manera instrumental, aceptando algunas propuestas, pero sin que las personas lleguen a ser partícipes de las decisiones. Sin desmerecer estas formas de participación, sí criticamos que en ocasiones se trata de espacios clientelistas y de cooptación, para cumplir ciertos criterios exigidos a las administraciones. Entendemos la participación como un proceso en el que se gana control sobre las decisiones que afectan a la propia vida y que fomenta la vinculación con la comunidad donde vivimos, lo que tendrá un impacto en nuestra salud y bienestar20,21.

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